Su vida transcurrió llena de carencias, viviendo aquí y allá. Sin registros, sin DNI. No fue al colegio, no tuvo un empleo, un salario, ni una vivienda.
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Marcelino Abad Tolentino nació oficialmente este año, aunque en el distrito de Chaglla y sus anexos, en Huánuco, muchos sabían de él desde antes. Varios años antes, un siglo antes.
Marcelino, de baja estatura, mirada dulce, voz débil y pronunciación confusa, dejó de ser un hombre invisible. Pero lo fue durante 119 años.
Se hablaba de él en el pueblo, se decían cosas. Que era un fantasma, un ermitaño, que iba y venía cuando necesitaba cambiar frutas y paltas por arroz y azúcar, que eligió la soledad después de convencerse de que no tendría suerte en el amor.
Hasta que el 7 de febrero, un adulto mayor usuario del programa Pensión 65 dio la voz de alerta. Contó que allá lejos, en algún lugar del bosque, había un hombre diminuto que no tenía nada ni a nadie. “Viene de vez en cuando trayendo fruta, varios lo hemos visto”, dijo.
La larga vida de Marcelino comenzó el 5 de abril del año 1,900, en algún lugar del anexo de Huacachi, distrito de Chaglla. De sus padres no recuerda mucho quizá porque desde niño debió valerse por sí mismo. Se quedaba dónde podía hallar un techo y así encontró esta hacienda hace 20 años.
“Tenía dos hermanos y a uno lo mataron los terroristas. No sé a dónde se fue mi hermana (…) Todo este tiempo he vivido solo, criando a mis animalitos”, señala mientras acaricia a uno de sus perros que aún no tiene nombre. También cuenta que de niño quiso estudiar, pero debió elegir entre ir a la escuela o a la chacra. Aquí esta conmovedora historia.