Recopilado por el maestro patacino Orlando Peña Iparraguirre.
FUENTE: Facebook | FOTO: Max Franco
En las alturas de la comunidad La Victoria, específicamente en el lugar denominado Cushcupay, se encuentran las siete lagunas. En esta zona habitaba un hombre muy famoso y de gran dominio sobre los habitantes de esa jurisdicción. Además de poseer mucha riqueza, criaba más de dos mil ovejas y se dedicaba al cultivo de tubérculos.
Este patriarca tenía siete hermosas hijas. Eran unas doncellas de cabello resplandeciente y piel fina, muy atractivas, y a cuya primera mirada podríamos quedarnos hechizados. Muchos hombres querían contemplar esa belleza de mujeres. El patriarca era el jefe de una comarca que se extiende desde las tierras de Huacrachuco, parte de San Martín, hasta las alturas de Tayabamba, Ongón y Huaylillas. Las riquezas que acumulaba eran traídas desde las trojas, del Parhuarchuco, desde Ongón, de la Peña del Sol y parte de Parcoy, así como del Gran Pajatén. Por ser el jefe de esta comarca, era muy visitado por gente de todas partes.
Las hijas eran muy codiciadas por los hombres, pero eran muy custodiadas por los peones. En cierta ocasión dos de ellas quisieron escapar con sus enamorados, pero al enterarse el padre de tal plan ordenó que no puedan juntarse entre ellas y que cuando salieran a pastorear el ganado, vaya cada una custodiada y a una distancia de cien metros una de otra. Además, en los cerros que rodeaban el lugar, se encontraban distribuidos estratégicamente un centenar de peones, mientras que otros se encargaban de trasladar agua en cántaros del otro lado del cerro, debido a que en el lugar no había ninguna vertiente.
Un día arribó al lugar un apuesto joven proveniente de la zona de Uchiza; llegó con unos presentes para las señoritas y para su padre. Fue bien recibido y se quedó varios días allí. Los pocos días de su estancia le fueron suficientes para saber del cúmulo de riquezas que la familia poseía, tanto en oro como en plata, y de las joyas que cada señorita lucía en el brazo o en el cuello, así como de sus lujosos aretes.
El joven planeó casarse con una de ellas y, cuando esto sucediera, él podría deshacerse del patriarca y apoderarse de toda la fortuna. Aprovechó hacer amistad con algunos peones y consiguió por intermedio de ellos acercarse a una de las jóvenes, sin saber de la conexión íntima que esta familia tenía con la naturaleza. Logró coger del brazo a una de ellas y darle un beso, y en el instante se oscureció todo y comenzó una lluvia torrencial con granizo que pesaba más de cien gramos cada uno y los truenos que a cada segundo hacían relampaguear la zona como si se estuviera produciendo un conflicto armado.
Después de esto, el padre llegó al lugar y se dio con la sorpresa de que el granizo había sepultado a sus hijas, por lo que estalló en un llanto interminable. Al siguiente día, el cuerpo de cada una de las siete bellas jovencitas se convirtió en una laguna. Las lágrimas del padre comenzaron a llenar cada una de las lagunas y sus aguas corrieron rumbo al Marañón, dando inicio al río Cajas. Desde entonces, ese río esconde muchas riquezas que fueron parte de la fortuna de esta familia.